lunes, 17 de mayo de 2010

V carrera Las Dos Colinas


No le recomiendo a nadie que el día antes de ir a una carrera lo pase quitando avenas en un trigal (tres tristes tigres comen trigo...), menos aún si es un aficionaducho como yo y si se trata de una carrera con rampas del 20% en muchos tramos de su recorrido.
La cuestión es que a las seis y media de la mañana el tío estaba ya de pie empezando a meter pertrechos en la mochila y camino de la ducha para poner este cuerpo serrano en condiciones adecuadas para que la gente corriese por iniciativa propia y no por alejarse de mí. Una hora más tarde ya estaba en el 205 rezando para que no me dejase tirado como tiene por costumbre hacer cada vez que voy con prisa a algún sitio. Tenía que llegar antes de las nueve para poder recoger el dorsal, ya que como no estuve en Granada tuve que hacer la inscripción vía interneeeeeeeet. Por suerte a las ocho y media aterricé en la avenida de Pulianas sin novedad. (La novedad fue que al volver al poblado me metí por una calle en sentido prohíbido y me topé de frente con los señores de la policía local que "amablemente" me indicaron desde su coche que estaba haciendo el canelo... esperemos que no me manden una receta a casa).
Lo primero que pensé cuando vi en la puerta a los militares fue el acojone que se le debería quedar a la gente cuando se hacía la mili, el primer día que entraban al campamento con gente así tan seria y cargados de escopetas. Aunque ayer no vi ni un arma (por suerte). Luego, al entrar al patio y ver que tenían montada una carpa de esas de camuflaje miré al cielo a ver si veía a alguien con ganas de bombardearnos, pero por suerte no se veía a nadie con esas malas ideas.

Había poca gente cuando llegué así que fui rápido a recoger mi dorsal y cual fue mi sorpresa cuando me dieron dos números diferentes.
No sé si es que pensaron que tenía un amigo invisible, doble personalidad o si sencillamente me dieron dos uno por tonto y el otro por si lo perdía. La suerte es que sobraron plazas, porque hubiera sido una putada para quien no le hubiesen dejado inscribirse y yo mientras ocupando dos (seguramente a más gente le pasó igual al inscribirse por interneeeeeeeeet). En cualquier caso había sitio para correr todos de sobra, que Granada es muy grande pienso yo. El señor "speaker" decía que habían pasado los 2000 inscritos pero creo que estaba tirándose el moco para lucir lo bien que hacen las cosas en el ejército porque allí no había tantísima criatura, aunque sí muchas. Lo único seguro es que en la clasificación el último que llegó lo hizo en la posición 653 (me parece) y no creo que abandonase tanta gente como para completar los 2000.

Una vez allí me puse a calentar un poco dando unas vueltecillas al recinto y estiré como veía más o menos que estiraba todo el mundo para dar el pego...
Lo bueno fue que la señal de salida la dieron con una salva de artillería, es decir, que pegaron un cañonazo pero sin bala, o eso espero, en cualquier caso si dispararon con bala a mí no me dio...
Mientras llegaba el cañonazo estaba con el corazón a mil revoluciones y me acordé que si yo estaba nervioso no quiero pensar en cómo estarían los pobres romanos cuando iban a pelearse (con todo el mundo) mientras esperaban su turno en la formación. A mí al menos no me esperaba nadie con un pincho para ensartarme como a un sardino, aunque con tanto tío vestido de militar por allí no las tenía todas conmigo...

Las salidas con tanta gente son un incordio porque estás tan apelotonado que incluso te tropiezas con el que hay detrás de ti cuando levantas los pies. Encima estás nervioso, con el pulso a todo trapo y hasta que no llevas al menos dos km no has empezado a serenarte y a poder ubicarte de manera que no arrastres a nadie ni nadie te arrastre a ti. Hay que tener en cuenta que la mayoría de la gente no son unos ansias y van simplemente a disfrutar (sobre todo en una carrera con unos paisajes tan singulares como ésta) y lo último que hay que hacer es derribarlos y aguarles la fiesta.
Aunque aguar por pocas si al que aguan la fiesta es a mí, pero a base de salivajos, ¡qué puercos!, los corredores no paraban de escupir y sonarse los mocos al estilo futbolista mientras corrían, más de una vez estuve a punto de gritar que tuviesen cuidado que ellos igual sí pero yo al menos no sé nadar.

La manía "escupitoria" le dio a la gente conforme íbamos subiendo la cuesta de Gomérez camino de la Alhambra, hasta ahí se mantuvo la compostura en general, porque desde avenida Pulianas pasando por Ancha de Gracia y calle Elvira todo era llano. Ese tramo fue el más agobiante porque era complicado ir tomando posiciones para poder correr a mi ritmo (ritmo perruno). Una vez llegados a la cuesta de Gomérez la gente se iba quedando atrás y era más fácil correr tranquilo. Aquí fue ya donde tuve que empezar a decirme a mí mismo lo de "Pepe no te flipes que tú con esos que corren tanto no tienes nada que ver".
Y es que ya veía pasar a los tíos de "calzoncillos de esos de correr" que casi se les ve el culo (serán cómodos pero no me veo yo medio mostrando mis posaderas al respetable) levantándote las pegatinas de la camiseta. No fueron muchos los que me rebasaron porque evidentemente los que corrían de verdad a esas alturas irían ya bajando la Cuesta de los Chinos.
Yo ya había pasado por ahí alguna vez de paseo pero no me acababa de explicar qué diablos tenían que ver los habitantes del lejano oriente con el nombre de una calle en Granada justo bordeando la Alhambra. En cuanto llegué me di cuenta de que lo de chinos era más bien por el empedrado... Había que tener muchísimo cuidado porque resbalaban de lo lindo y además aquí la gente ya más que escupir se dedicaba a lanzar fuera de su cuerpo el poco líquido que les quedaba vía oral. Perdí un poco tiempo pero por suerte no me lisié ni ahogué...
A partir de aquí se bajaba por el Paseo de los Tristes, Camino del Darro hasta llegar a Plaza Nueva y enfilar una calle que no recuerdo el nombre para girar de nuevo a la derecha y subir hacia la cuesta del Chapiz por una calle larga y estrecha que se llama San Juan de los Reyes creo recordar. Se veía a los demás ir pegándose a la pared para librarse del sol que ya empezaba a calentar algo las veloces coronillas y yo por fin pude poner mi trote perruno tranquilamente e ir acordándome de las hienas de los reportajes de La 2, que corren así más o menos.
Una vez terminada esta calle se giraba a mano izquierda en la Cuesta del Chapiz y se subían unos metros para de nuevo girar a la derecha y entrar en un colegio con nombre de virgen (¡ja!) pero que no recuerdo exactamente. Menuda suerte tienen los beatillos que estudien allí porque tiene una arboleda y unas sombras buenísimas, un lujo poder estar allí aunque te tuesten el coco con rollos católicos.
Aquí me hizo gracia un corredor que alcancé casi
cuando ya salíamos al camino del Sacromonte. Se puso a decir que menudas vistas allí sin coches a lo que yo respondí que así tendría que ser siempre, e iba a continuar diciendo algo más pero pensé que el muy cabrito lo que quería era... ¿que yo hablara y me ahogase?, efectivamente, luego a los pocos minutos me parece que me adelantó.

A partir de aquí y hasta que volvimos a calle Elvira no soy capaz de recordar por dónde pasamos porque el lío de calles en el Albaycín es demasiado para mi triste brújula mental, lo único destacable es que esos escalones que hay por todo el el Albaycín los recordaré con mucho rencor a partir de ahora, porque subirlos corriendo es demoledor cuando vas ya faltico de fuerzas. Bueno, sí que recuerdo que pasamos por el mirador de San Nicolás (donde todo guiri que se precie gasta media memoria de su tarjeta sacando fotos de la Alhambra).
Luego dimos muchas vueltas más y yo iba completamente perdido, gracias a la organización por poner tantos milicos y voluntarios indicando los cruces correctos. Los milicos, por cierto, cuando veían llegar gente indicaban levantando el brazo todo muy recto al estilo facha-saludo romano, yo estuve a punto de llevarme el puño al pecho para saludarlos así en plan facha también y que no me fuesen a hacer un consejo de guerra si abandonaba. Por suerte conseguí completar todo el recorrido.

Una vez que bajamos por la calle de las teterías (¿Calderería Nueva y/o Vieja?) se giraba a la derecha en calle Elvira y se desandaba el camino hasta volver al acuartelamiento de la avenida Pulianas. Este tramo me costó horrores a pesar de ser llano, pero es que ya se había rebasado el kilómetro diez que es lo que yo vine haciendo en los cuatro ratos que pude salir a correr algo estos días atrás. Me rebasaron al menos ocho o diez corredores, mi salvación fue que pude engancharme a dos puretillas que iban con buen ritmo y algo detrás de ellos acabé entrando en la meta.

Allí en meta nos daban a cada corredor el papelito con su resultado (te leían el código de barras que llevaba el dorsal como si fueses una lata de atún en el supermercado), una bolsa de papel de publicidad de lo bonitas y tal que son las fuerzas armadas, un botellín de agua, un plátano (hubo pocas féminas ahora que lo pienso), una manzana y una camiseta que evidentemente a mí me está grande.
Referente a las féminas debo destacar que me quedé impresionado al ver a una mujer que llegó tres o cuatro puestos por detrás de mí y que calculo que como poco rondaba los 55 (figuraba como veterana E), sé que la adelanté en la parte más alta del Albaycín pero yo pensé que era una chica jovencita. Firmo ahora mismo llegar a esa edad en ese estupendo estado de forma.

Por último decir que llegué el 156... penoso registro a casi 15 minutos detrás del primero, pero bueno, como fui diciéndome durante toda la carrera: no te flipes Pepe.